El Internet de las Cosas humano

Ricardo Vega / 28 enero 2016
⏰ 4 minutos
Ya estamos en 2016 y el boom del Internet de las Cosas está a la vuelta de la esquina. Ya en las previsiones que realizaba a finales del año pasado, hablaba de cómo iba a seguir siendo un tema de creciente importancia.
Si pensamos en la construcción del Internet de las Cosas, si pensamos en su diseño, creo que la mayor dificultad con la que nos encontramos, aunque a priori pueda parecer lo contrario, no es precisamente conectar toda esa infraestructura necesaria. Sensores y tecnologías inalámbricas agilizan el flujo de datos de las "cosas" a nosotros y se convierten en la fuente de nuevos productos, oportunidades de mercado y ahorro de costes.
Sin embargo, estas conexiones se multiplican y generan grandes cantidades de datos que dan lugar a multitud de análisis que en muchos casos pueden diferir bastante. Es este contexto, es fácil divagar sobre qué podemos dar al usuario pero creo que precisamente lo más complicado es permanecer consciente de las motivaciones y necesidades de éste, que al fin y al cabo son la base del Internet de las Cosas: como en prácticamente cualquier tecnología, sin usuarios no hay nada que hacer.
Como diseñadores debemos preguntarnos constantemente sobre el impacto real que causan nuestros nuevos productos en la vida real de las personas.
En este contexto, si bien es cierto que la infraestructura electrónica y de redes necesaria es muy importante, creo que el aspecto que más incide en la interacción humana es precisamente la interfaz de usuario que conecta las vidas física y digital de las personas. Creo que es el componente que da vida al sistema de cara al usuario.
El principal motor de cambio en el ecosistema del Internet de las Cosas son los datos cuantitativos derivados de las múltiples conexiones entre dispositivos y redes, lo que nos permite predecir, analizar y extrapolar inteligencia que pilote el comportamiento de estos dispositivos inteligentes.
A medida que nuestra capacidad para conectar todo aumenta, necesitamos diseñadores y metodologías de diseño capaces de proporcionar una perspectiva humana para comprender, interpretar y determinar el valor de los datos que estamos cosechando.
De cara a nuestro futuro conectado, me gustaría sugerir algunas reglas básicas:
En primer lugar, no todo debe estar conectado. Sensores y conectividad no siempre se traducen en una mejor experiencia o un aumento de las ventas y la información utilizable.
En segundo lugar, tenemos que pensar con claridad acerca de cómo los datos tendrán un impacto en la gente de una manera significativa en el marco de un valor tangible e inmediato.
En tercer lugar, y dicho esto, no debemos tener miedo de hacer algo nuevo. Es la base de la innovación, y considero el Internet de las Cosas una tecnología con un profundo poder innovador. No podemos confiar en la idea de que las cosas viejas tienen que ser necesariamente mejor una vez que las conectemos. Podemos hacer cosas totalmente nuevas que sin estar conectadas sean participes del Internet de las Cosas mucho mejor que las viejas conectadas.
Concluyendo, en el camino que debemos recorrer a la hora de aplicar soluciones en el paradigma del Internet de las Cosas, debemos situar siempre los valores humanos en el centro de la ecuación para asegurar que las nuevas conexiones y servicios provenientes del Internet de las Cosas conserven su esencia humana.
Ahora es le momento de conocer tu opinión. ¿Crees que corremos el riesgo de perder el foco y olvidarnos del factor humano en el diseño del Internet de las Cosas?
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¡Nos vemos la próxima semana!
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